miércoles, 8 de junio de 2011

Sole-muerte sin paz

Y es ahí cuando te das cuenta de la soledad que te rodea. Luego de un largo día al lado de miles de personas es solo en tu casa, en tu cuarto, en tu cama donde te sientes solo. La oscuridad de la noche ayuda a que los recuerdos aparezcan como relámpagos. Cada vez más tristes. Piensas en todas esas personas que estuvieron a tu costado algún día. Dónde están, te preguntas. Analizas tu vida, ves solo basura. Tratas de encontrar esa pequeña razón que te hacía sobrevivir… y ves que ya se fue. Piensas donde estará y qué hará. Lo único que sabes es que la razón se esfumó sin dejar rastro y te dejó en ese mismo lugar que te dejaron las otras personas. Tienes esa hora de filosofía que ni en el colegio te la dan y razonas y cuestionas y reclamas. Razonas los problemas y dificultades que puedas estar pasando y cuestionas tus actos y los actos del resto y reclamas a la vida y su forma de tratarte.  Vas al baño, te miras en el espejo y quieres seguir encontrando todas las fallas posibles pero algo te impide. Te das cuenta que todo se pone borroso y supones que son las lágrimas que otra vez llegaron sin avisarte. Buscas pastillas, veneno, LA soga que te permita evitar más sufrimiento, o tan solo el cúter barato que te calme. Lo primero que venga es aceptado sin fiesta de bienvenida pero con ansias de ser usado. Cualquiera que sea el objeto de autodestrucción viene con un puñado de seguridad (sí, esa que no has tenido toda tu vida, esa misma llega justo). En pleno uso también se aproxima la memoria (esa si es una traidora que te busca siempre pero aún no acostumbras a tratar pese a las continuas visitas), y te trae los recuerdos más puros de tu ya maldita vida. Tu madre abrazándote y diciendo que todo estará bien luego de la caída que te diste, papá trabajando e imaginándolo como tu ejemplo a seguir, las risas con esos amigos Dios sabrá dónde estén, ese momento donde sentiste que amaste de verdad y con todo el corazón. DÓNDE ESTÁN. ¿Todo eso dónde está? No sabes si es que todo desapareció de un momento a otro, si eres la ciega o si jamás estuvo ahí. Esa adrenalina de terminar todo de una vez hace que lo hagas. Y tragas y tragas cada pastilla te es más difícil de digerir por el nudo de la garganta. Y el veneno se atora o tal vez tú te atoras en el veneno. Y la soga no amarra, las manos te tiemblan, la silla se voltea, la acomodas de nuevo, tiemblas en cada movimiento, te haces nada  en cada paso. Los recuerdos se hacen más fuertes. Mamá cargándote en brazos. Tú eres un bebe. El refresco de tu lonchera se derrama pero ahí siempre estaba tu abuela para limpiarte. Ese tiempo que enfermaste semanas en cama y tus primos visitándote. Y te sientes en la barriga de ella, la que te dio la vida. Te paras en la silla. Te mueves dentro de su barriga, pateas. Sostienes la soga. Coges tu cordón umbilical. Miras la soga con odio y agradecimiento a la vez. No entiendes nada.. Solo juegas. Te la pones en la cabeza. Juegas y juegas y te sientes asustado. Te cuelgas. Te enredas. Sientes como el aire se va de cuerpo, sientes que pierdes poco a poco la cabeza. Sientes tu pequeño cuerpo debilitarse y no puedes defenderte. Y no haces nada al respecto, solo quieres que pase. Te desesperas y buscas liberarte. Podrías parar pero no quieres. Quisieras que pare pero no puedes. Mueres. Mueres. La primera en encontrarte es tu prima. Tu madre siente el dolor en sus venas. Todos lloran. Ella llora. Todos sufren. Ella sufre. Desde algun lugar odias no haber muerto dentro de ella. Desde algún lugar, no sé dónde es, estoy rodeada de nada. Los que se suicidan no van al cielo. Ves tu cuerpo, te das asco, te das pena. Piensas que nadie se lamentará pero te sorprende la cantidad de personas e hipócritas que acuden a tu velorio. Buscas paz, pero ni siquiera rodeada de nada la encuentras. Todo fue en vano. Eres un espíritu más que no descansa en paz. No puedes descansar. Y no sabes que es paz.